Crueldad sin limites
José Antonio Rivera Rosales
Ante
el azoro de todo el mundo, Donald Trump se supera en crueldad.
Desde
siempre ha preconizado un mensaje de odio contra los migrantes latinos -en
especial contra los mexicanos- a quienes no baja de ser “los peores
delincuentes y criminales”.
Ha
llegado al extremo de catalogar como una invasión el traslado de los mexicanos
hacia los Estados Unidos, obligados por la pobreza y la ausencia de
oportunidades en México.
Es
por eso que, desde el 6 de junio, lanzó a las calles una jauría de agentes
federales en busca de indocumentados latinos a los que deporta sin mayor
trámite, especialmente si el migrante tiene en su haber algún delito, aunque
sea menor. Para el efecto, anunció que cuenta con 30 mil espacios en Guantánamo
para enviar a los peores criminales.
Ese
aviso dio pauta para que miles de indocumentados abandonen la Unión Americana
por decisión propia, con el fin de evitar ser detenidos y sacados a rastras del
territorio norteamericano o inclusive ser internados en algún centro de
reclusión.
Como
sea, el caso es que Trump no está deteniendo a criminales, sino a trabajadores
y trabajadoras pacificas que viven, trabajan y pagan impuestos en la Unión Americana.
Y lo peor es que está separando a padres y madres de sus hijos menores de edad.
Resultan estrujantes algunos videos grabados por vecinos que registraron la
actitud malsana de los agentes federales del Servicio de Inmigración y Control
de Aduanas (ICE), que sin la menor compasión y mucho menos empatía, esposaron a
miles de madres que suplicaban por sus hijos que estaban en la escuela.
Tom
Homan, zar de la frontera a cargo de ICE, desde el 6 de junio dejó en claro a
sus agentes federales que “nos vamos de cacería”, al referirse a la orden dada
por Trump para hacer la mayor deportación masiva de migrantes. A la fecha,
según reportes de prensa, han expulsado más de 50 mil mexicanos indocumentados.
Pero no sólo eso: Eric Trump, hijo del
presidente, salió a decir ante los medios que si México se atreviera a atacar a
Estados Unidos, “sería decapitado en cuatro segundos”.
Vea
usted, amable lector, el tipo de personajes que tienen el poder en ese país que
se constituyó, precisamente, con inmigrantes de diferentes nacionalidades que
participaron en la Guerra de Secesión para darle substancia y razón de ser a un
país joven, amante de la democracia.
Recursos
narrativos no les faltan, aunque sean falsos. Karoline Leavitt, la vocera de
Trump -más radical que su jefe- en reciente conferencia de prensa definió el
tipo de delitos que cometen los migrantes: “quien viola nuestras leyes de inmigración
es un criminal, eso es lo que son”.
Pero
no es así, la ley estadunidense no considera que vivir y trabajar en territorio
norteamericano sin documentos migratorios sea un crimen, sino más bien una
“civil violation”, es decir, una falta cívica.
Y
los hechos son contundentes: de los 1.8 millones de juicios que llegaron a
tribunales migratorios en 2023-2024, menos del 0.5 por ciento culminaron en una
orden de deportación. Lo que sugiere que son los habitantes anglosajones
quienes cometen más delitos que los latinos.
Por
desgracia no sólo es el titular de la presidencia el que está mal de la cabeza:
es todo un gobierno demencial que dirige su odio contra los indocumentados latinos,
a los que caracterizan como “el enemigo interno”.
Vea usted el caso de la secretaria de
Seguridad Interna (DHS), Kristi Noem, quien se presentó en una redada, fusil en
mano, para aparecer en cámaras arrestando a migrantes ilegales.
Según
estimaciones oficiales, existen alrededor de 11 millones de connacionales
viviendo y trabajando en ciudades de Estados Unidos. De ellos, aproximadamente
un millón 400 mil son guerrerenses que buscan construir un futuro que les está
negado en México. Todos ellos se sienten -y están- amenazados.
Lo
de Trump es más bien una estrategia narrativa pensada para infundir miedo a una
población-objetivo, que en este caso son los migrantes ilegales.
Y
le está funcionando: a partir de que llegó al poder en enero pasado, las remesas
que cada año ascendían a 50 mil millones de dólares bajaron repentinamente
hasta en un 14 por ciento. Lo que significa que miles de familias mexicanas
-las guerrerenses, ni se diga- dejaron de recibir la ayuda económica que les
llegaba desde el otro lado.
Un
residente de aquel país reveló que, cuando quiso despachar el envío que mes con
mes envía a su familia en México, se encontró con que le cobraron un 15 por ciento
adicional, como un impuesto decretado por el gobierno federal norteamericano
(Trump ya había advertido que los migrantes criminales se estaban llevando la
riqueza fuera del país: de ahí el nuevo gravamen).
Pero
al final parece que sus excesos le van a pasar factura: en numerosas ciudades
estadunidenses se han reproducido manifestaciones de rechazo a su forma de
gobernar, lideradas en la mayoría de los casos por familias anglosajona junto
con grupos latinos que han comenzado a actuar con las tácticas de resistencia
de la izquierda: barricadas, patrullas quemadas, pedreas.
Por
desgracia esto sirvió sólo como pretexto para el envío de tropas a las zonas de
disturbio, que están pensadas para crear un clima de terror. Pero las
manifestaciones siguen activas en muchas ciudades. Trump va a tener su propio
Vietnam en su territorio.
Ello,
sin contar con la respuesta de Irán y otros países del mundo árabe ante la
nueva agresión de los norteamericanos para, supuestamente, destruir
instalaciones nucleares iraníes. Pakistán, que cuenta con arenal nuclear, ya lo
dijo claramente: tomará partido por
Irán. Cada vez más son evidentes las manifestaciones de apoyo a Irán por parte
de países como China, Rusia e inclusive Corea del Norte.
Lo
que mueve a risa es que, en la víspera, el mandatario instó al gobierno iraní a
rendirse: “Ríndanse ya”, les espetó. ¿Y su nieve de qué la quiere? El loco de
la Casa Blanca no entiende que se está enfrentando a una sociedad y gobierno
teocráticos. ¿Saben cuándo se van a rendir? Nunca.
¿Estamos en el umbral de una gran guerra? Ya lo veremos en unos días.