Alito: el último priista verdadero

Redacción
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Yo, ciudadano

Gustavo Martínez Castellanos

El personaje resume en sí mismo al partido al que pertenece y al que representa: mentiroso, violento, revanchista, cobarde e incongruente. Un pedazo de poder lo hace soñar y una oportunidad para agredir para él siempre es una oferta según las circunstancias.

México observa en estos días lo que la mayor parte del país de a pie sufrió durante décadas bajo los gobiernos priistas.

Desde ese ángulo, Peña Nieto, a pesar de todo el mal que le hizo al país, no será el peor de los últimos priistas, será Alejandro Moreno.

Pero no sólo por sus abusos, por la espantosa corrupción que lo caracteriza (como dirigente y como persona) sino como un político increíblemente irracional.

La virulencia de su ataque contra Noroña ha evitado que la gente y que los analistas se pregunten: ¿Qué pensaba conseguir Alejandro Moreno con esa actitud tan irascible?, éso, sin contar con el hecho de que actuó acompañado después de orquestar con otros senadores priistas el asalto al presídium del Senado.

¿En dónde estuvo durante todo ese lapso en que se fraguó el ataque y se perpetró, el espíritu de la discusión, del debate, de la presentación de argumentos que todo político de altura debe poseer?

¿En dónde quedó la astucia, la sagacidad o, si se quiere, la maña para analizar el momento y rentabilizarlo al favor propio que todo buen político debe observar?

¿En dónde quedó todo el aprendizaje tanto teórico como práctico de todos esos años en la política?

Nada de todo eso, un verdadero tesoro en materia de experiencia salió a flote en el momento de reclamar que Noroña le hubiera negado el uso de la palabra en tribuna.

En lugar de todo eso, salieron a flote la vulgaridad, la patanería (no respetar al himno nacional), la altanería (no respetar al presidente de la mesa directiva del senado), la soberbia (no respetar al recinto), la laxitud (no respetarse a sí mismo ni a sus pares ni a su partido). En lugar de toda prestancia afloró la estupidez, es decir, agredir físicamente, sólo por agredir.

Porque ¿qué creyó Alejandro Moreno que podría conseguir con su violenta actitud?

El priismo en toda su expresión se puso de manifiesto en la persona de Alejandro Moreno en ese acto deleznable de agredir en pandilla, porque este senador es un político de cepa, de viejo cuño, de muchas batallas lidiadas pero nada de eso le sirve para hacer algo positivo para su país y, en cambio, todo su poder lo aturdió y con ese estado lamentable de aturdimiento no calculó nada, absolutamente nada, ni siquiera el daño que podía causar a los demás, a su partido y a la política ni el daño que se estaba causando a él mismo.

Y, sin embargo, la incongruencia continúa: miente descaradamente, hace ridículas marchas de apoyo a su bajeza y pretende "reventar" la sesión de lectura del primer informe de la actual presidenta este lunes primero de septiembre.

Es decir, sin una pizca de inteligencia clara y positiva en su haber, desea aprovechar el fuero para intentar causar aún mas daño.

¿A qué?

La respuesta es clara: a él mismo y a quienes lo secunden.

Sólo eso, porque a su partido ya no puede dañarlo, está muerto.

"El último priista verdadero", será el único epitafio que podría tener sentido en la lápida de su tumba política.

Una tumba que él mismo cavó con toda esa enjundia de furia con que el mundo lo ha visto actuar en estos días.

Adiós, Alito. Hasta nunca, PRI.

Nos leemos en la crónica.

Acapulco; Guerrero, a 31 de agosto de 2025

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