/MISAEL HABANA DE LOS SANTOS
Al tanto Guerrero/ Acapulco; Guerrero, a 07 de agosto de
2025.- Ricardo
Monreal lanza la advertencia: la Reforma Electoral y la llamada Ley contra el
nepotismo —que parece un traje hecho a la medida para él y otros morenistas con
pedigrí político— no será la última tormenta que se desate rumbo a los comicios
de 2027. Lo que viene, dice el zacatecano, será un desfile de impugnaciones,
fracturas y acomodos al estilo de la vieja escuela: la de los que heredan el
poder como si fuera un acta de nacimiento.
En entrevista con el diario El País, el ex priista —ahora
reciclado en conciliador oficial de la 4T— suelta una bomba envuelta en
retórica institucional: habrá deserciones. Y no de cualquiera. Habla de su
propio hermano, de Félix Salgado Macedonio —el toro indomable que ya embiste
desde la barrera— y de la esposa del gobernador de San Luis Potosí. Todos,
según él, en la mira de una ley que todavía no entra en vigor, pero que ya está
haciendo temblar las sillas del poder.
La ley que Claudia Sheinbaum mandó al Congreso para frenar el
nepotismo político no se aplicará hasta 2030, pero como buena presidenta de
hierro con corazón de izquierda, ya dio línea: en 2027, Morena deberá
comportarse como si la ley estuviera en efecto. Sin trampas. Sin compadrazgos.
Sin herencias. Es decir: sin Félix, sin Saúl Monreal, sin primeras damas con
ambiciones de segunda vuelta. Pero esa moral no se extiende a los aliados. El
Verde y el PT —partidos que hacen del cinismo su programa de gobierno— no están
obligados a obedecer.
Y ahí, justo ahí, dice Monreal, empieza la fuga de talentos.
Porque si en Morena les cierran la puerta, los mismos de siempre tocarán en la
casa de enfrente, donde no hay código ético pero sí boletas disponibles. ¿Qué
hará entonces Félix si le niegan la candidatura? ¿Seguirá pastando tranquilo en
el potrero guinda en perritos felices o buscará montarse en otro corral
electoral? ¿Y qué hará el clan Monreal si Zacatecas deja de ser negocio
familiar?
Ricardo no lo dice, pero lo sugiere con la ceja alzada: si
los nombres estorban a la ley, la ley estorbará al partido. Porque la política
mexicana, más que de principios, es de apellidos. Y si se les impide a los
jefes dejarles el hueso a sus cachorros, buscarán otro comedero. En eso
consiste el drama que vive hoy la regeneración nacional: en tratar de purificar
un sistema que sobrevive de su propia podredumbre.
Por si fuera poco, Monreal también advierte que las otras
tres reformas que andan flotando —recorte al INE, poda a los partidos y
desaparición de legisladores de minoría— no pasarán sin una guerra legislativa.
¿Por qué? Porque los aliados no van a firmar su sentencia de muerte. Porque si
el PT vive de su registro y el Verde de su conveniencia, no van a votar a favor
de que les quiten la mesa y el mantel.
Y entonces, ¿qué queda? Queda el exceso de confianza, dice
Monreal. Queda el espejismo de que en 2027 todo será igual que en 2024. Pero
no. No estará López Obrador. Y la figura de Sheinbaum no estará en la boleta.
La ola se habrá retirado. Y muchos quedarán empapados, pero solos.
“Será un error creer que la elección está resuelta”, dice. Y
tiene razón. Ya hay quienes se sienten gobernadores sin haber ganado ni la
interna. Ya hay quienes ven la banda cruzando el pecho antes de que les
impriman las lonas. Pero los votos no se heredan. Y los liderazgos, cuando son
de papel, no sobreviven sin la sombra presidencial. Y ahí pesarán los que
tienen estructuras, todos lo saben, y de ahí podremos explicarnos los motivos
de lobo y su guerra sucia con dinero público en contra de sus adversarios. El
caso Abelina es emblemático.
Morena se juega en 2027 algo más que gubernaturas: se juega su cohesión. Porque cuando un movimiento se convierte en partido, y luego en gobierno, y luego en grupo de interés, lo que sigue es la guerra civil doméstica. Y esa, como toda guerra familiar, no la gana nadie. Solo quedan los platos rotos… y las candidaturas recicladas.