Silbidos para Abelina, vergüenza para todos

Redacción
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/Misael Habana de los Santos

Desde antes de que iniciara el evento, al ingresar al ruedo El Toro, la plaza enloqueció. Porras y odas desbordadas a su líder marcaron el tono. Otros invitados pasaron inadvertidos frente a la turba llevada para aplaudir y obedecer. Mala señal: el inicio del guion presagiaba el final de un cuento malo, previsible por obvio.

Pero qué necesidad. ¿Para qué tanto aspaviento, tanto acarreo de burócratas y matracas, para simular popularidad frente a una presidenta de izquierda que viene de la lucha social, de la universidad, de las calles, del voto ciudadano? Claudia Sheinbaum no nació del acarreo ni de las tortas envueltas en servilleta de celofán. Su legitimidad viene del pueblo, no de los porristas de oficina. Y sin embargo, en Acapulco le montaron un circo barato.

El viernes, en el estacionamiento del Hospital Regional de Especialidades del ISSSTE, la “estrategia” fue un tiro por la culata. El espectáculo vergonzoso —abucheos y silbidos contra la alcaldesa de Acapulco, Abelina López Rodríguez, justo cuando era presentada como invitada de honor por la presidenta— provocó lo contrario de lo que se buscaba: la desaprobación pública de Sheinbaum. La jefa del Estado mexicano movió la cabeza, incrédula, como quien presencia un desfiguro de cantina.

Hasta auténticos activistas de la izquierda, como el histórico luchador social Eloy Cisneros, salieron a repudiar la bochornosa escena. Los maestros de la Coordinadora, que fueron pilares en la gestión para construir el hospital, lamentaron lo ocurrido.

La celada contra Abelina estaba más que cantada, bien orquestada, y sin embargo la gobernadora Evelyn Salgado Pineda guardó silencio. Bastaba con una señal suya para frenar la gritería y salvar la cortesía política, pero prefirió mirar a otro lado. Perdió la oportunidad de mostrarse como jefa de Estado en su propia tierra.

Este grupo de trabajadores de la Secretaría del Bienestar, una de varias dependencias del gobierno del estado, fue responsable de las porras y los abucheos en la inauguración del hospital, dirigidos al senador y a la alcaldesa de Acapulco. Entre la gritería se escuchaba la consigna: “¡Hay Toro!”.

La puesta en escena tuvo varios actos. El espacio seccionado: maestros y jubilados del ISSSTE, por un lado; representantes populares, por otro; y, en el fondo, un contingente ruidoso, armado con porras, que respondía al Tecnológico Nacional coordinado por el senador suplente de Félix Salgado Macedonio, Francisco Arturo Pérez Pérez. A eso se sumó un puñado de trabajadores de dependencias estatales, todos acarreados a fuerza de nómina.

“Félix es un compañero al que le tenemos mucho aprecio y cariño”, dijo Pablo Gordillo Oliveros, secretario del Bienestar del gobierno de Guerrero, que en horas de trabajo fue captado por la cámara haciendo proselitismo político a favor del senador Salgado Macedonio en la inauguración del hospital del ISSSTE. El funcionario no es cualquiera: es nieto de la corrupta lideresa del SNTE encarcelada por corrupción, Elba Esther Gordillo. Y, como recordó Jacinto González Varona, líder de Morena en Guerrero, “llegó a Guerrero en 2021” con un historial cargado: fue funcionario del gobierno de Graco Ramírez en Morelos, donde dejó pendientes sin aclarar.

Ahí está el cuadro: un secretario de Bienestar que parece más bien secretario del Toro. Y sí, se le notó el cariño: lo cuidó más que al propio evento, como si la bata blanca fuera para el senador y no para los pacientes.

¿Había necesidad de tanto circo? Con los derechohabientes del ISSSTE hubiera bastado. Con la sola convocatoria abierta al pueblo, la presencia de Sheinbaum habría reventado cualquier explanada. Pero en Guerrero la vieja escuela no muere: prefirieron el acarreo burocrático, la turba a sueldo, la aclamación fingida.

El resultado: un espectáculo que recordó al peor PRI. El acarreo, las tortas, los botes de agua y los gritos amañados son herencia priista, la misma que hundió al partido tricolor en el olvido y lo marcó con la huella imborrable de la corrupción. Que Morena repita esas prácticas solo deja una conclusión amarga: en Guerrero, la izquierda sigue atrapada en los vicios de la derecha.

Y lo más grave: que todo ocurrió a plena luz del día, frente a la presidenta de la República, sin que nadie se atreviera a poner orden. Como si en Guerrero el silencio fuera también parte del protocolo.

¿Y el hospital? Una belleza. Tan nuevo y reluciente, pero nadie quisiera estrenarlo. El abucheo, por su mal gusto, se llevó la nota, quitándole brillo a un hecho histórico y relegando a segundo plano la presencia de la presidenta y de buena parte de su gabinete.

Acapulco; Guerrero, a 22 de agosto de 2025

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