El Nuevo Papa y la Iglesia que Necesitamos

Redacción
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/padre José Filiberto Velázquez Florencio


Acapulco, Guerrero, a 12 de mayo de 2025.- En la historia de la Iglesia, cada Papa ha dejado una huella que refleja no solo su carisma personal, sino también las esperanzas y desafíos de su tiempo. Hoy, ante el anuncio del nuevo Papa, León XIV, el mundo católico y la sociedad en general observan con expectativa. Pero más allá del simbolismo y los protocolos, lo que realmente importa es qué tipo de Iglesia representa este nuevo pontífice.

Como sacerdote que ha caminado al lado de las víctimas de la violencia, que ha escuchado el clamor de las familias desgarradas por la desaparición de sus seres queridos y que ha trabajado por la paz en comunidades sumidas en el conflicto, no puedo evitar preguntarme: ¿Será este un Papa que escuche a los marginados? ¿Que sienta el dolor del pueblo? ¿Que esté dispuesto a poner en práctica el Evangelio más allá de las palabras?

Tengo confianza en León XIV. Su trayectoria y sus palabras iniciales han demostrado una sensibilidad pastoral y un compromiso con la justicia social que inspiran esperanza. No solo espero que sea un Papa que hable de justicia, sino que también actúe en su nombre; que denuncie la opresión, pero que también construya caminos de reconciliación.

La Iglesia necesita una renovación profunda, no solo en su estructura, sino en su misión. Una Iglesia que no se limite a condenar desde el púlpito, sino que acompañe, que se ensucie las manos en el servicio, que esté presente en los rincones olvidados donde la vida humana es despreciada.

El nuevo Papa tiene ante sí una oportunidad histórica: devolverle a la Iglesia su rostro más humano y compasivo. Que sea una Iglesia de puertas abiertas, que abrace a todos, pero especialmente a aquellos que sufren. Que sea una Iglesia que no tema el diálogo con el mundo, que reconozca sus errores y que, en lugar de ocultarse tras su propia historia, aprenda de ella.

Como sacerdote, pero sobre todo como alguien que ha visto el rostro del dolor y la esperanza en los más olvidados, mi anhelo es que León XIV sea un pastor con olor a oveja, un líder que no solo predique, sino que inspire con su ejemplo. Que escuche, que acompañe y que transforme.

Porque la Iglesia del siglo XXI no necesita más palabras, sino más testimonio.

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